sábado, 23 de febrero de 2008

Bizarro Beijing

Algo raro está sucediendo en Beijing.

Es difícil describirlo con exactitud. Entre el período de anticipación al año nuevo chino y el período refractario de dos semanas que sigue a la fiesta, algo en esa ciudad se transformó. Quizás pusieron algo en el agua. Puede ser que el Partido haya desenpolvado y engrasado los engranajes de la máquina estatal. Quién sabe; en conclusión hay una onda siniestra e indescriptible que está arrasando con la capital china y no sé qué podría estar causándola.

Todo empezó cuando me fui de compras a Beijing ayer por la mañana y me percaté de un fenómeno muy particular: en la salida de la estación de trenes los taxistas ya no me estaban agarrando. Normalmente los muy atarbanes te cogen del brazo tan duro que te corta la circulación, y luego te arrastran hasta su auto en un intento de tratar de convencerte de dejarte llevar a cualquier ubicación de la ciudad por 100 yuanes (la carrera promedio cuesta 15). Ayer, nada.

Luego entré a la estación de metro y me di cuenta de algo más: las personas estaban haciendo fila para montarse en los trenes. Y lo que es peor, estaban esperando a que los otros pasajeros se bajaran del tren antes de montarse ellos. ¿Qué sucedió con los empujones? ¿Adónde se fue el modus operandi chino de imitar una estampida de pandas salvajes con tal de montarse al tren unos 3 segundos antes de lo que lo harían si esperaran?

"Esto no está bien," le dije a mi amigo Alejandro, quien me acompañaba, mientras estábamos parados en unas escaleras eléctricas, saliendo de la estación de metro camino al barrio Sanlitun. "Me siento aturdido, como si me hubieran remplazado el mundo que conozco con una versión alterna, diferente."

Alejandro estuvo al punto de responder cuando sus ojos se abrieron de un golpe y su boca quedó entreabierta.

"¿Qué? ¿Qué pasó?"

Alejandro me miró con asombro. "¿No se ha dado cuenta?"

"No, ¿qué?"

"Mire hacia abajo."

Bajé la vista, y de repente me vi invadido por la nausea. No podía ser cierto lo que estaba presenciando, simplemente no había manera de que lo fuera. Es inconcebible pensar que en una escalera eléctrica en china las personas se hagan al lado derecho para que las personas que tengan prisa puedan subir por el lado izquierdo; y sin embargo, ahí estaban. Tal fue el impacto que Alejandro tomó fotos, "Para mostrarle a mi novia cuando llegue a Colombia, no me lo va a creer."

La situación sólo empeoró con el transcurso del día. Los taxistas ya le hacían caso a los semáforos en vez de atravesar cada intersección como si fueran dueños de la calle. Los peatones ya no se disponían a reproducir Frogger en la vida real. Hasta había policías de tránsito, y la población en general les hacía caso. ¡Policías de tránsito! Hasta ayer yo pensaba que sólo existían en los cuentos de hadas.

Utilizo este blog ahora para comunicar mi preocupación. Alguien, o algo, está remplazando la China que conozco con un döppelganger, una pseudo-China. Lo que he descrito ahora es sólo el principio. Quién sabe lo que pasará en pocos meses... ¿Pararán de escupir en la calle? ¿Los vendedores cobrarán el precio verdadero y merecido de las cosas, en vez de tratar de estafar a los extranjeros? ¿Ya no me perseguirán los vendedores de relojitos de Mao?

Oh, the humanity...