miércoles, 23 de enero de 2008

Qué estilo más bárbaro

Estaba almorzando en un café al lado de mi casa ayer cuando fui testigo de la siguiente escena:

Un hombre y una mujer estaban sentados en una esquina oscura mientras esperaban su comida. El hombre estaba bien vestido y la mujer arreglada; se notaba que estaban en pleno proceso de cortejo/levante/ligar/como quieran llamarlo.

Como bien sabrán todos, cuando se encuentra en el proceso de evaluar una persona como pareja potencial, hay ciertas pautas de comportamiento que se deben seguir. En el caso de la mujer china, éstas se reducen a verse bonita y no tan inteligente; los hombres chinos siempre buscan mujeres bonitas que sirvan de amas de casa y/o de trofeos, no mujeres independientes que amenazen su autoestima con salarios superiores o niveles mayores de educación. Así que en este ejemplo, la mujer estaba jugando el papel de la princesita sumisa. Se reía de todo lo que decía el hombre, le subía el autoestima con piropos y cumplidos, nada demasiado complicado.

Ahora veamos, cual documentario de Discovery Channel, lo que un hombre chino hace al tratar de levantar pareja:

Primero lo primero: higiene. Todo hombre debe ser higiénico para no ofender a su pareja potencial. Esto implica bañarse (una vez a la semana) y tener las uñas (salvo la del meñique derecho) cortadas y pulidas. Nuestro sujeto demostró su compromiso con el higiene al cortarse las uñas delante de su pareja y encima de la mesa. Para resaltar este compromiso, se aseguró de llevar a cabo el acto con su cortauñas portátil, que también era su llavero, que también era un destapador de botellas.

Siguiente: opulencia. El hombre moderno chino es el hombre de la casa, maestro de su castillo. Si la relación se vuelve seria (o hasta si no lo hace), se espera que el hombre asuma la responsabilidad de todos los gastos de la mujer por más frívolos que sean, desde la tarifa del bus hasta la cartera nueva de cuero que seguramente costará más de lo que ganan muchos chinos pobres en un año. Demostrar tal capacidad económica no es fácil, sin embargo nuestro sujeto lo logra elegantemente, mediante una demostración de su ropa nueva y de marca. También resalta que tiene automóvil. Por último, hace alarde de su teléfono móvil de último modelo, comprado unos días antes, aunque ya no le gusta y está que se compra otro mejor. A propósito, ¿ya mencionó que su reloj es nuevo también? ¿Y no es falso, sino de verdad? Por que es cierto. Lo compró el mismo día que el móvil. Y el carro. Y la ropa.

Tercero: seguridad. El hombre moderno chino es seguro de sí mismo, fuerte, confiado y carismático. Lógicamente, la única manera de comprobar su hombría es mediante esa herramienta social tradicional, el alarde. Un hombre no es un verdadero hombre hasta que todas las personas presentes sepan que lo es. Es importante, además, establecer dominancia sobre los otros hombres; la pérdida de prestigio social es una amenaza constante y real para el hombre moderno chino, y es indispensable protegerse contra ella. Para lograr esto el mejor curso de acción es hablar mal de todas las otras personas en el salón (esto tiene el bono adicional de levantar el autoestima propio). Insultar al mesero, burlarse del extranjero sentado en la esquina (mira como es de raro, además está escribiendo con la mano izquierda, sucios extranjeros incultos), todas son formas eficaces de imponerse. Macho alfa, muchachos, macho alfa.

Último: educación. La cara va al plato, y no al revés. Al momento de comer, es necesario hacer la mayor cantidad de ruido posible. Los eructos y los pedos son chéveres. La uña del meñique, que como recordarán no se corta como las otras, se puede usar como herramienta para escarvar por esos orificios que un dedo solitario simplemente no puede alcanzar.

Y eso, señoras y señores, es el cortejo chino.

Con razón nunca veo mujeres extranjeras con hombres chinos...